La ciencia ciudadana recupera el rol de la observación de la naturaleza
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Mirar hacia arriba, a las estrellas, a la luna, el sol y las nubes, es quizás la forma más elemental de comenzar a hacer ciencia. Encontrar patrones, proponer hipótesis, predecir lo que sucederá son todos elementos del pensamiento científico y quizás uno de los motivos por los que la astronomía es una disciplina transversal a culturas distantes tanto en el tiempo como geográficamente. A pesar de que para la gente que vive en ciudades mirar las estrellas es cada vez más difícil, la astronomía es una actividad que atrae a sinfín de personas.
La belleza de la astronomía como disciplina científica es que es homogénea. Todo el mundo, sin importar dónde ni cuando, puede ver el cielo y notar que las estrellas se mueven con determinados patrones. Simplemente observando con detenimiento la salida y puesta del sol, los Incas lograron construir observatorios que podían anticipar las estaciones[@ghezzi2007Chankillo: A 2300-Year-Old Solar Observatory in Coastal Peru] y decidir cuándo sembrar y cuándo recolectar agua. Los Mayas desarrollaron un estilo arquitectónico alineado con los astros[@sprajc2021Astronomical aspects of Group E-type complexes and implications for understanding ancient Maya architecture and urban planning]. En el mundo contemporáneo las casas alineadas con el sol son más costosas porque serán más luminosas.
Esta fascinación ancestral por los astros genera aún hoy en día una gran atracción hacia la astronomía. La historia de Víctor Buso es sin dudas extraordinaria y no puede estar mejor contada que en Radio Ambulante, aunque el New York Times hizo un trabajo decente también. Víctor es un astrónomo aficionado argentino que una noche observó un fenómeno que llevaba décadas eludiendo a los astrónomos profesionales: el momento en el que una estrella se transforma en supernova. No es sólo la suerte de estar mirando al lugar indicado en el momento indicado, es también tener la capacidad de entender lo extraordinario de la observación y alertar al resto.
Como Víctor, hay muchas otras personas que se dedican a la astronomía de manera aficionada, pero no es la única disciplina que está creciendo. Gracias a nuevas formas de producción, la disminución radical de los costos en electrónica de precisión, y el intercambio rápido de información, otras áreas están recibiendo un flujo continuo de gente con ganas de contribuir. Por ejemplo, Astroplant es un proyecto para estudiar el crecimiento de plantas en diferentes ambientes. El objetivo final es poder entender qué plantas van a crecer mejor en el espacio y cómo cuidarlas. Pero no es un proyecto centralizado, sino que cualquier persona puede aportar datos a un repositorio que son analizados en conjunto.
Hay proyectos de monitoreo ambiental, seguimiento de especies de pájaros e insectos, que serían inabarcables para un puñado de personas, pero que se vuelven factibles como un esfuerzo colectivo. Cuando una persona no directamente afiliada con un centro de investigación contribuye sea con datos o con el análisis, se lo llama citizen science y las personas que lo practican, citizen scientists. Además del rol pragmático que tiene involucrar a más personas en proyectos científicos, hacer ciencia de esta manera tiene un impacto a muchos niveles diferentes.
El financiamiento científico está en gran medida en manos de diferentes estados, es decir que el dinero proviene de las arcas públicas. La única manera de conseguir fondos es convenciendo a la sociedad del beneficio que genera invertir en ciencia. Los proyectos de ciencia ciudadana ayudan a generar democracias más participativas, ya que diferentes personas van a poder tener un impacto directo en cómo se están utilizando sus impuestos.
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