Cuantificar lo que no sabemos
Una de las características que nos hace humanos, quizás la más distintiva, es la capacidad de acumular conocimiento. La tecnología, el lenguaje, o nuestra habilidad de manipular la naturaleza van cambiando en el tiempo gracias a que podemos construir sobre lo que nuestros antepasados desarrollaron. Después de todo, nosotros somos la acumulación, no sólo genética, sino también intelectual de la historia de la humanidad. No hay dudas de que aprendimos mucho durante estos milenios, pero cuánto nos queda aún por descubrir es difícil de responder.
Hace unas semanas hubo varias noticias alrededor de una partícula llamada muón. Finalmente se pudieron corroborar unos experimentos que indicaban que la teoría actual y los datos discrepaban ligeramente. Esto sin dudas reavivó el interés en una rama de la física que llevaba décadas sin generar ningún progreso valioso. Todavía no se sabe cómo explicar esta diferencia entre predicción y medición, pero todo apunta a que hay mecanismos aún desconocidos. Este es el proceso por el que cualquier disciplina científica progresa, intentando superar los límites de lo que se entiende y proponiendo nuevas aproximaciones a la naturaleza.
Hace milenios, Aristóteles proponía que los elementos tenían lugares naturales. El fuego sube, el agua está por debajo del aire pero la tierra se hunde. Esta cosmovisión llevó a desarrollar una serie de conclusiones, incluyendo que los objetos más pesados deben caer más rápido que los livianos. Galileo se sintió contrariado con estas ideas y llevó adelante un experimento pensado. Si tenemos dos objetos de diferentes pesos, uno caerá más rápido. Si los juntamos, tendremos un objeto más pesado que ambos por separado pero que caerá a una velocidad intermedia. El más liviano frenaría la caída del más pesado. La única conclusión posible es que ambos cuerpos deben caer a la misma velocidad, independientemente de su peso.
A pesar de que Galileo llegó a sus conclusiones hace casi 400 años, la física aristotélica sigue presente en nuestra idea del mundo. No fue casual que los astronautas del Apollo 15 llevaran un martillo y una pluma para demostrar que ambos caen a igual velocidad en la superficie de la Luna. Tanto lo que proponía Aristóteles, como lo que proponía Galileo son aproximaciones a la realidad, o para usar una palabra que está más de moda hoy en día, son modelos. Estos modelos cambiarán en el tiempo a medida que acumulemos observaciones y podamos asignar límites a lo que creemos que entendemos.
Sócrates quizás fue un poco extremo al afirmar que la única cosa que él sabía era no saber nada. Pero esta idea abre una pregunta muy interesante. ¿Podemos de alguna manera medir cuánto no sabemos? Recientemente fue publicado un trabajo[@marshall2021Absolute abundance and preservation rate of Tyrannosaurus rex] en el que se intentaba cuantificar la abundancia y densidad de Tiranosaurios Rex que vivieron en total. Lamentablemente el trabajo fue tomado (y criticado) demasiado literalmente. Sobre los dinosaurios se conoce muy poco y de maneras bastante indirectas. Calcular cuántos dinosaurios de una especie particular vivieron es un trabajo que requiere una gran imaginación.
Los investigadores tuvieron que realizar muchas aproximaciones, incluyendo cuántos años vivía cada animal, si eran de sangre fría o no, en qué áreas se movían. Con todas estas hipótesis, concluyeron que a lo largo de 127.000 generaciones vivieron 2.500 millones de individuos. Pero este número sólo dice la mitad de lo que el trabajo intentaba mostrar. Con la cantidad de restos que tenemos hoy en día, se puede estimar que por cada fósil encontrado hasta ahora, vivieron 80 millones de individuos. El trabajo, en cierto aspecto, nos permite cuantificar cuánto aún no sabemos.
Especies más pequeñas, con menor número de individuos, que vivieron a lo largo de un número menor de generaciones o que estuvieron geográficamente más restringidas, pueden pasar completamente desapercibidas. Los Tiranosaurios son paradigmáticos no sólo por su protagonismo en Hollywood, sino porque son una de las especies con mayor cantidad de restos recuperados. El trabajo es el puntapié inicial para realizar estimaciones tanto de especies extintas como vivas y poder entender un poco mejor de cuánto nos estamos perdiendo.
A veces nos enfocamos demasiado en pensar y medir lo que ya sabemos. Nuestras bibliotecas acumulan libros (y polvo), nuestras colecciones de fotos de vacaciones crecen, y los pins en mapas marcan los lugares que ya visitamos. Por el otro lado, hay un gran espacio negativo en todo este paisaje. Todos los libros que aún no leímos, las fotos que no tomamos o los lugares que nos quedan por visitar. Me pregunto cómo serían nuestras vidas si pudiéramos cuantificar con gran precisión lo que nos falta entender o hacer. Sentiríamos el abismo de la ignorancia y la falta de tiempo, o la presión de la finitud de opciones.
Backlinks
These are the other notes that link to this one.